martes, 8 de febrero de 2011

Historia de un mes laboral


Teresa está buscando trabajo.
No es una situación atípica y lo sabe, aunque no por ello se siente más consolada (mal de muchos...)
Teresa tiene amigos, como todos menos Alejandro Sanz en twitter, pero sus vidas también penden de un hilo que se hace más fino a lo largo de los meses, y la ayuda prestada no va más allá de un "que putada" oportunamente situado en las pausas de sus quejas y desahogos.

Pero sucede que Teresa ha sabido ver entre los 1000 mensajes de infojobs el que puede salvarla del desastre (al menos, estas navidades), y cargada de ilusión y con la bandeja de entrada vacía, prueba suerte.
Espera, reza tímidamente y se sumerje en talismanes urbanos deshinibidamente hasta que uno de los dos (o la chica de la curva, en este punto de la historia) cumple su cometido.
Lo ha conseguido. Trabajo temporal, para un mes, enhorabuena.
Sus muchos méritos y años de experiencia no sólo en el sector de alimentación y ventas, sino en la gestión de los mismos e incluso mayores responsabilidades no han pasado desapercibidos para sus ya nuevas jefas, que a tenor de sus dotes han tenido a bien asignarle el puesto de reponedora en un almacén de juguetes a 1 de diciembre.
Teresa llega el primer día dispuesta a cosechar horas de trabajo y agujetas por doquier y no pierde tiempo. Sin embargo, al final del día le comunican que no debe volver al dia siguiente, ya que no ha superado la "evaluación express" o de período de prueba, que dicen ahora los de Recursos Humanos (anteriormente conocidos como "los de personal")
Al comentar la jugada en casa, su familia consigue convencerla para que vuelva al día siguiente y haga constatar una evidencia: Si paso menos de ocho horas trabajando, ninguna de ellas en tu presencia, ¿Cómo has conseguido llegar a un juicio tan rápido?
La contundencia del silogismo deja sin trucos a las jugueteras, y deciden readmitirla. Es el 2 de diciembre.
20 días después, Teresa ha perdido cinco kilos. La culpa no la tienen los nenucos y monopolys que ha transportado en ese tiempo sino el trato laboral al que desde entonces se ve sometida. Prevenidos para no hablar con los clientes (prohibido en términos humanos, la palabra anterior pertenece al ámbito empresarial) tanto ella como sus compañeros soportan estoicamente las broncas e improperios de todos aquellos padres, tios, abuelos y familiares de niños en general, que piden ayuda para encontrar el último modelo de Barbie y que tropiezan con el mudismo de los empleados.

"¡Y luego dicen que hay paro!" comenta uno de ellos el dia 23 de diciembre mientras se aleja del pasillo 3, donde Teresa ha movido negativamente la cabeza ante una de sus preguntas. La juguetera es alertada del caso y se desplaza hasta el almacén, donde una de las gerentes da el nombre y los apellidos de Teresa, sin ni siquiera pedir monedas de plata. Es entonces cuando los empleados descubren estupefactos que todas esas "prevenciones" que la encargada les ha dado en las últimas semanas van justamente en contra de las que esboza la juguetera.

Alguien se lo comenta a la dueña del negocio, ésta no le cree. Resultado colateral: enemistad con la encargada. La situación desemboca en una última y tensa discusión el 30 de diciembre, día en el que Teresa es finalmente despedida. La encargada arguye frente a su jefa que Teresa ha hecho constar su desacuerdo con el reparto de juguetes en las diferentes estanterias (con el objetivo de aumentar las ventas, en cualquier caso con la corriente de la encargada) y que ha sido incapaz de descargar dos camiones llenos de mercancia y a la vez repartirla por el almacén en menos de un cuarto de hora. No cuenta los fines de semana que ha trabajado, las horas extras no pagadas, los caprichos de "mueve toda esta parte, que me canso de verlo igual..."

Es 31 de diciembre y Teresa debe dar la noticia en casa. Le dicen que no se preocupe, que algo saldrá, que ya verá... El banco parece ser de la misma opinión, porque los pagos siguen llegando. Y ella se come sin ganas las uvas, una por cada comentario fuera de tono que recibió, la última por la mayor de todas, la número uno de su top ten:
"Encima que os damos trabajo, tendrías que estar dando las gracias de rodillas."

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